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     ¿Y qué me dices de ti, muñeca?  intervino Hornero . ¿Vas a escribir un libro? Si lo
    hicieras, yo podría echar una siesta.
     Ahora, no. Estoy demasiado excitada. Pero recuérdame que alquile una máquina de
    interpretar. Lo escribiré mañana por la tarde.
    Hornero meneó la cabeza.
     No entiendo a los individuos que se creen capaces de escribir libros. Con las
    máquinas es distinto porque de ellas puede esperarse cualquier cosa. Pero yo me pongo
    en el lugar de otro, y, francamente, no lo entiendo. Por eso me pregunto: ¿Acaso creen
    que están construidos como las máquinas redactoras, llenos de alambres plateados, de
    relés y de descomunales bancos de memoria, en vez de antiguos y excelentes músculos?
    Eso estaría bien para un robot, pero en un hombre resulta morboso.
     Homero  dijo Eloísa amablemente, sin dejar de pasear , un ser humano tiene un
    sistema nervioso muy complejo y un cerebro con miles de millones de células nerviosas.
     ¿De veras, muñeca? Un día de éstos tendré que refrescar mi memoria sobre todo
    eso.  Su rostro asumió una expresión más seria . Hay muchas cosas en el mundo.
    Cosas misteriosas. Como ese empleo que me ofrecen siempre los Estibadores de Bahía
    Verde. En momentos como éste me siento tentado a aceptar.
     Recuerda que eres un escritor, Hornero  dijo Eloísa en tono de reproche.
    Hornero asintió con una alegre sonrisa.
     Es cierto, muñeca. Y tengo un físico más espléndido que todos ellos. Al menos, así
    figura en las sobrecubiertas de mis libros.
    Eloísa se dirigió de nuevo a la mancha de la pared mientras paseaba:
     Hablando de robots, uno de los vicios de Gaspard era su afición a los robots.
    Aficionado a los libros, aficionado a los robots, aficionado a las máquinas redactoras,
    aficionado a los editores, aficionado a las mujeres cuando tenía tiempo para ello.
    Aficionado también a adquirir conocimientos. Se drogaba con intelectualismos. Pero no
    concebía la acción por puro amor a la acción.
     Muñeca, ¿de dónde sacas tantas energías?  inquirió Hornero, quejumbroso .
    Después de lo de esta mañana, deberías estar agotada. Yo lo estoy, incluso
    prescindiendo de mis lesiones.
     Hornero, una mujer tiene recursos de los que el hombre carece  dijo Eloísa con
    sensatez . Especialmente una mujer frustrada.
     Sí, lo sé, muñeca. Tiene una capa de grasa que conserva el calor de su cuerpo
    durante la natación de fondo. Y su útero es más fuerte, centímetro a centímetro cuadrado,
    que cualquier músculo de un hombre.
     Puedes apostar a que sí, gallina  dijo Eloísa, pero Hornero estaba distraído.
     A menudo me pregunto...  empezó a decir, y se interrumpió.
     ...si no existe algún procedimiento para que la mujer haga toda la faena en la cama
    con su útero  terminó la frase Eloísa.
     Me estás tomando el pelo, muñeca  dijo Hornero, muy serio . Mira, si te sobran
    tantas energías, ¿por qué no vas al cuartel general y te pones en contacto con «El
    Verbo»? El Comité de Acción tendrá alguna tarea para ti. En cualquier caso, puedes
    explicarles tus problemas. Yo necesito descansar.
     El Comité de Acción no es bastante activo para mi  dijo Eloísa . Y, desde luego,
    no pienso compartir mis ideas acerca de la Rocket House con esos tahúres del sindicato.
    Sin embargo acabas de darme una idea  agregó mirando a Hornero fijamente a los ojos.
    Y empezó a desnudarse.
    Hornero se volvió deliberadamente de espaldas, reuniendo fuerzas para soportar el
    impacto de un beso en la nuca. Pero el beso no llegó. De pronto, intrigado por un leve
    tintineo, se volvió de nuevo y vio a Eloísa vestida con unos pantalones grises muy
    holgados y un jersey de talle corto y manga larga. En aquel momento se estaba
    abrochando un pesado collar que despedía reflejos grisáceos.
     ¡Eh! Nunca había visto eso  observó Hornero . ¿Qué son? ¿Nueces de plata?
     No son nueces  respondió Eloísa secamente . Son pequeños cráneos humanos
    de plata. Es mi collar de caza.
     Muy morboso, muñeca  criticó Hornero . ¿Qué piensas cazar?
    Eloísa respondió con malignidad;
     Niños. Niños varones de ochenta kilos, veinte kilos más o menos. He renunciado a
    los hombres. No te enfades, Hornero  se apresuró a añadir , no me refiero a ti.
    Se acercó de nuevo a la mesa.
     Hornero  agregó en tono solemne , hay una cosa que debo decirte. Quería dejarte
    descansar para que te curases pronto y volvieras a ponerte en forma, pero temo que no
    va a ser posible. Me ha informado una fuente secreta pero digna de todo crédito que la
    Rocket House se dispone a producir libros sin máquinas de redactar. Sé de buena tinta
    que ahora mismo Flaxman y Cullingham están contratando a todos los escritores
    importantes de las demás editoriales para que firmen esos libros. Sólo tendrán
    sobrecubiertas los escritores de la Rocket House. ¿De veras quieres quedar al margen?
    Hornero Hemingway se bajó de la mesa como un cohete.
     ¡Dame mi traje de marinero mediterráneo! El oreado por el viento con sombreados
    violeta, muñeca  ordenó rápidamente el robusto escritor, cuyo ceño fruncido revelaba
    una profunda concentración mental . Y mis viejos zapatos de lona de marinero. Y mi
    vieja gorra de capitán. ¡Date prisa!
     ¡Pero Hornero!  protestó Eloísa, desconcertada por el inesperado éxito de su
    estratagema . ¿Qué pasará con tu trasero abrasado?
    El ingenioso maestro escritor explicó:
     En mi botiquín, muñeca, tengo un protector nalguero de plástico transparente,
    transpirable, flexible, de base adhesiva, precisamente diseñado para esta clase de
    apuros.
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     Bien, Zane Gort  dijo Flaxman en tono afable . Gaspard me ha dicho que se portó
    usted como un héroe en la sala de las máquinas redactoras.
    En la oficina, el ambiente se había serenado notablemente desde que la señorita [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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