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cansancio, la depresión habitual que venía después de una misión... y
demasiado pronto, porque la misión no estaba terminada, ni mucho menos, se
recordó con firmeza. Respiró hondo.
-No puede salvarla de estar viva, doctor Canaba. Es demasiado tarde.
Déjela en paz. Déjela en paz.
La cara de Canaba reflejaba tristeza, pero agachó la cabeza y alzó las
manos en un gesto de resignación.
-Avise al almirante -oyó decir a Thorne cuando entró en la sala de control y
después-: Espere -en el momento en que todas las cabezas se volvían hacia el
ruido de las puertas por las que entraba Miles-. Ya está aquí, perfecto, señor.
-¿Qué pasa? -Miles se subió a la silla de comunicaciones que le indicaba
Thorne. El insignia Murka controlaba los sistemas de defensa y ataque de la
nave mientras el piloto de salto leía los números por debajo de la extraña
corona de su asiento con los cables y las cánulas químicas alrededor. La
expresión del piloto Padget era de introspección controlada y tranquila, la
atención fundida con el Ariel. Excelente piloto.
-El barón Ryoval por el comunicador -dijo Thorne-. En persona.
-Me pregunto si ya ha controlado sus refrigeradores... -Miles se acomodó
frente a la conexión de vídeo-. ¿Cuánto tiempo le he tenido esperando?
-Menos de un minuto -dijo el oficial de comunicaciones.
-Hmm. Que espere un poco más, entonces. ¿Nos persiguen?
-Por ahora, no -Informó Murka.
Miles alzó las cejas ante esa novedad inesperada. Le llevó un momento
recuperarse, deseó tener tiempo para limpiarse, afeitarse y ponerse un
uniforme limpio antes de la conversación, para cuidar el lado psicológico del
asunto. Se rascó la mandíbula lastimada y se pasó las manos por el cabello y
frotó los dedos mojados de los pies contra la estera del escritorio, que casi no
alcanzaba con las piernas. Bajó algo la silla de comunicaciones, enderezó la
columna todo lo que pudo y respiró con normalidad.
-De acuerdo, adelante.
El fondo un poco lejano y desenfocado que acompañaba la cara que se
formó sobre la pantalla de vídeo parecía un tanto familiar... ah, sí, la sala de
operaciones de seguridad en las instalaciones biológicas Ryoval. El barón
había llegado personalmente a la escena, tal como había prometido. Miles no
necesitó otra cosa que ver la expresión contorsionada y amargada de la cara
joven de Ryoval para comprender lo que sucedía. Cruzó los brazos y sonrió
con inocencia.
-Buenos días, barón. ¿Qué puedo hacer por usted?
-¡Muérete, mutante! -escupió Ryoval-. ¡Hijo de puta! No habrá lugar lo
bastante profundo para esconderte, de ahora en adelante. Voy a poner tal
precio a tu cabeza que todos los cazadores de recompensas de la galaxia se te
pegarán como imanes... no podrás ni comer ni dormir... te voy a atrapar...
Sí, el barón había visto los frigoríficos. No cabía duda. Hacía poco. No
quedaba nada de la suavidad irónica y despectiva del primer encuentro. Y sin
embargo, Miles estaba sorprendido por el tono de las amenazas. Parecía que
el barón estaba resignado a dejarlos escapar del espacio de Jackson's Whole.
Era verdad que la Casa Ryoval no tenía flota espacial propia, pero ¿por qué no
alquilar un acorazado al barón Fell y atacar ahora? Eso era lo que Miles había
esperado, lo que más temía, que Ryoval y Fell, y tal vez Bharaputra, se aliaran
en su contra mientras él intentaba llevarse sus tesoros.
-¿Y puede usted pagar a los cazadores de recompensas? -preguntó con voz
tranquila-. Pensé que su capital se había reducido un tanto. Aunque supongo
que todavía tiene a sus especialistas en cirugía.
Ryoval, que jadeaba, se secó la saliva que se le escapaba por la comisura
de los labios.
-¿Fue mi hermanito querido quien lo metió en esto?
-¿Quién? -dijo Miles, sorprendido. ¿Otro jugador en el juego...?
-El barón Fell.
-No sabía... no sabía que fueran parientes -contestó Miles-. ¿Hermanito?
-Miente muy mal -se burló Ryoval-. Sabía que él estaba detrás de todo esto.
-Tendrá que preguntarle a él. -Era un disparo al aire. A Miles le giraba la
cabeza mientras agregaba los nuevos datos al panorama del problema. A la
mierda con los informes previos de la misión que no mencionaban esa
conexión y se concentraban sólo en la Casa Bharaputra. Hermanastros
solamente... sí, ¿no había dicho algo Nicol sobre el «medio hermano de Fell»?
-Voy a arrancarte la cabeza por esto, mutante. -Ryoval soltaba espuma por
la boca-. Haré que te traigan en una caja, congelado. Y la meteré en plástico
para colgarla en... no, mejor todavía, doblaré la recompensa para el hombre
que te traiga vivo. Morirás despacio, después de una degradación infinita...
Dentro de todo, Miles se sentía feliz de saber que la distancia que lo
separaba de ese hombre aumentaba más y más con la aceleración rápida.
Ryoval interrumpió su diatriba con la sospecha reflejada en el rostro.
-¿O fue Bharaputra el que te pagó? ¿Tratando de impedir que yo cortara el
monopolio que tienen en biología en lugar de anexionarlos como les prometí?
-Ah, vamos -dijo Miles con mucha lentitud, regodeándose-, ¿le parece que
Bharaputra pudo haber fabricado un complot contra la cabeza de otra casa?
¿Tiene alguna evidencia que pruebe que son capaces de hacer algo así? O
mejor dicho... ¿quién mató a... al clon de su hermano? -Por fin conseguía que
todo encajara. Dios. A Miles le parecía que su misión lo había metido en medio
de una lucha de poderes muy dura, una lucha de una complejidad bizantina.
Nicol había dicho que Fell nunca había descubierto al asesino de su joven
duplicado-. ¿Adivino?
-Usted sabe perfectamente quién fue -le gritó Ryoval-. Pero ¿cuál de los dos
le ha pagado por esto? ¿Fell o Bharaputra? ¿Quién?
Era obvio que Ryoval no sabía nada todavía de la verdadera misión de los
Dendarii contra la Casa Bharaputra. Y con la atmósfera que había entre las
casas, tal vez pasaría mucho tiempo hasta que cotejaran informaciones y
notas. Cuanto más, mejor, desde el punto de vista de Miles.
Empezó a borrar una sonrisita y después la dejó salir deliberadamente. [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ] - zanotowane.pl
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